– Doctora.
– Tome asiento, por favor. Dígame.
– He traído los resultados de los estudios clínicos.
– ¿Puedo verlos?
– Por favor. Aquí están.
– …
– …
– Bien. Están bien. Voy a recetar un estabilizador de vitaminas. Sentirá algunas molestias pasajeras.
– No es necesario, Doctora.
– ¿Cómo dice?
– Reconozco un diagnóstico terminal cuando lo veo reflejado en las miradas de las jóvenes estudiantes de medicina que entregan los resultados clínicos.
– Es tratable. Puede pensarlo como una enfermedad crónica leve.
– Excepto que no lo es.
– Existen tratamientos nuevos que presentaron buenos resultados. Hay otros en fase de ensayo clínico.
– Agradezco sus esfuerzos. No es necesario, Doctora. Esto termina ahora, aquí mismo.
– ¿Ya era decisión tomada antes de abrir la puerta del consultorio?
– Era decisión tomada desde mucho antes que Ud. viniera de la capital para interrogarme por primera vez hace 5 años, Dra. Creí que Ud. lo había comprendido durante ese interrogatorio.
– ¿Por qué motivo está aquí ahora?
– Para despedirme de Ud., Doctora. Para informarla.
– ¿Qué desea informar?
– Qué es Ud. un buen profesional, considerando la lata de gusanos que es el ejercicio de su profesión en este lugar. Que ha hecho lo mejor que pudo. Que su trabajo es tan inútil y carente de sentido como el mío, como cualquier otro. Entre 2 y 10 veces mejor pago que el mío, pero igual de inservible.
– ¿Le parece?
– Me parece. ¿Oyó hablar de la profesión de guía del fin de vida de Jai Qu?
– Nunca he oído al respecto.
– En la antiguedad de Jai Qu, cuando la demencia senil era irreversible e incomprendida, cuando no existían tratamientos químicos, ante el diagnóstico de los primeros síntomas de demencia senil un guía del fin de vida ofrecía al paciente tiempo de conversación.
– ¿Terapia psicológica?
– No. Nada más alejado de tal que la psicología. La creencia de la demencia senil era que el cerebro de las personas mayores anulaba gradualmente los recuerdos dolorosos, los sufrimientos pasados, preservando únicamente los recuerdos amorosos y gratos. En casi la totalidad de los casos estos recuerdos eran de la infancia, de la juventud. De los hijos, de las personas amadas. Aquellos ancianos transcurrían los días de su vejez aguardando la muerte recordando los breves instantes de felicidad con personas amadas, único modo de tolerar el decaer del propio cuerpo físico, de aceptar con dignidad que el amor, cualquier amor, es fisiológicamente asunto de jóvenes. Que ya no será. Resultó ser una descripción bastante acertada de lo que ocurre en la realidad. El guía del fin de vida ofrecía conversación activa al anciano, preguntando sobre los recuerdos felices, estimulándolos, indagando la mayor cantidad de detalles mientras el paciente aún permanecía lúcido. Lo llamaba la preparación para el después de la vida, the after life. Lo preparaba para su muerte, que ocurriría mucho antes de su deceso.
– …
– Algunas personas adultas permanecemos muertos en estos recuerdos desde hace años, Doctora. Los únicos recuerdos felices. Ninguno de sus tratamientos posee el mínimo valor, excepto como su entretenimiento propio hasta el deseado deceso físico y como la imágen de heroes en estetoscopio para proyectar hacia sus hijos. En muchos sentidos, su trabajo empeora las cosas.
– …
– …
Poniéndose de pie, la doctora se dirigió al boticario en el rincón del consultorio, un mueble antiguo de roble oscuro, macizo. En su interior abrió una caja con cerrojo. Tomó dos blisters de diferentes colores, cerrando el mueble con llave.
Tomó asiento, dejando los blisters sobre su escritorio frente al paciente.
Cada blister contenía una única pastilla grande, alargada, de puntas semiesféricas, de color grisáceso y aspecto rugoso.
– ¿Qué debo esperar si los tomo?
– Por separado no producen ningún efecto. Si los toma a la vez, a los 15 minutos sentirá sonmniolencia profunda. A los 25 minutos perderá el conocimiento. Su cuerpo estará anestesiado por completo a partir de entonces. A los 40 minutos todos sus órganos vitales fallarán a la vez. Llegado ese punto el deceso es instantáneo.
– ¿Es reversible?
– A partir de los 5 minutos de ingesta no lo es.
– …
– …
– Quisiera realizar un pedido más, si fuera tan amable.
– Lo escucho.
– ¿Podría tomar un vaso de agua del dispenser del consultorio?
– …
– …
– …
El paciente se puso de pie con lentitud. Tomó un vaso de papel de la parte lateral del dispenser, se sirvió un vaso de agua y volvió al asiento.
Del primer blister sacó la cápsula, que pasó a través de su garganta con un único sorbo de agua.
Del segundo blister sacó la segunda cápsula, que tomó de igual modo.
Tras unos breves segundos se puso de pie, se colocó su saco y ladeó su cabeza mirando a la Doctora.
– Doctora.
– …
Salió del consultorio caminando con lentitud, cerrando la puerta con suavidad.